martes, 10 de mayo de 2016

Las masculinidades y la figura paterna: dejar atrás el rencor hacia mi padre.

Hace unos días hablaba con un amigo que también siente inclinación hacia el feminismo sobre un taller de masculinidades al que asistió. Me conmovió su historia, porque más allá de una exposición teórica, o una extendida tertulia (que nunca faltan)  fue su experiencia como hombre, frente a ese cúmulo de roles, prejucios y la figura paterna, lo que más me impresionó.

Me impresionó escucharlo precisamente a él, un hombre racional y reservado, hablarme con total franqueza de lo conflictivo que es para los hombres, reconocer el impacto de un padre dañino para su construcción social como varón y como persona ética en general.

 Los hombres al asumir al padre como el ser modélico, también se enfrentan a una situación de presión de género. El género que se aprende de un progenitor, que te resulta extraño tanto en pensamiento, como en afecto. Y se asumen esos estereotipos de que el niño, debe ser el hombrecito de la casa, porque está condenado a ser proveedor y debe tomárselo en serio (aunque tu padre, lo único serio que se tome sea su figura de poder y se desentienda de su familia).

No es raro entonces que el chico crezca con resentimientos hacia su padre. Que piense en él como un ajeno, como un extraño recuerdo, o como el padre que Mersault el extranjero, de Camus ni siquiera nombra. Lo que no es sano es vivir con ese rencor. ¿y qué sé yo de eso "Si soy mujer", pero tengo madre y asumí roles de ella. Diametralmente similar, pero determinado por experiencias distintas de ser varón o mujer. Nos vamos construyendo, aunque pesen resentimientos hacia progenitores ajenos, autoritarios, dogmáticos, vamos tratando de ser mejores personas.

El proceso de deconstrucción de masculinidades, partiendo de el cuestionamiento del varón frente a la figura paterna, no es para nada sencillo. Pero bravo por esos compañeros que han iniciado su proceso. Van confrontando roles, estereotipos y prejuicios. Se van dando cuenta, que una mujer no es una presa, sino una compañera, con la que se puede crecer humanamente. Se van liberando de miedos y rencores. Y si algún día escogen ser progenitores, no cometer los errores de su padre. Garantizar a lo sumo, un entorno familiar más sano, armonioso y en total respeto de las decisiones y orientaciones de los hijos.

En el camino de sensibilizarse también se incluye el respeto a la diversidad sexual, que también tienen su lucha por una sociedad inclusiva. Parte de los males del machismo heredado a los hijos, es la discriminación sexual u homofobia. En el trayecto de sensibilización se va asumiendo un respeto hacia las elecciones sexuales.

La manera de socializar e involucrarse con las mujeres también se ve determinado por dichos roles. Un padre sexualmente dominante, esperará que su hijo le imite y continúe en esa "naturaleza líbida del hombre". El compañero sensibilizándose sabrá que una mujer también merece respeto a su libertad sexual. Existen hombres, lastimosamente que bajo máscaras teóricas hablan de reivindicación femenina, pero apenas estas se inician en ella, les llueven críticas basadas en creencias de doble moral. Seamos consecuentes.

Sigamos trabajando compañeros, el patriarcado les otorga roles pero no son cadenas irrompibles.

"Hicimos un ejercicio de desprendimiento. Para mí fue bien duro reconocer (de forma pública y para mí mismo) como le guardaba tantos resentimientos a mi padre"

"Fue bien difícil pero bien liberador. Lloré bastante esa vez. Y aún me pone inquieto emocionalmente recordarlo"

"Racionalmente parece fácil. Pero teniendo enfrente a algo que simboliza a tu papá. Decirle qué cosas le reprochas y decirle que lo perdonas, cuando has rememorado tantas cosas que te han marcado incluso negativamente, resulta bien difícil"

"Pienso que son procesos. Cosas que hay que enfrentar (...) trato de no ser como él".

*Extracto de conversación con el amigo.


viernes, 6 de mayo de 2016

La madre de una feminista: entre la aprobación y la lucha.

Toda feminista ha tenido que atravesar la dificil situación de obtener -o querer obtener- la aprobación de una madre, respecto a esa postura política y el compromiso de lucha, que significa asumirse feminista. Cuando esa madre es una mujer conservadora, cristiana y férreamente arraigada a su educación familiar tradicional, se genera un caos. El 10 de mayo celebramos la maternidad de esa persona que te dio la vida, educación formal, algún mimo, pero también te legó los roles de género y los mitos hacia la sexualidad. Y porque no decirlo, te legó su machismo de generaciones pasadas.

Hay una tensión al pensar en mamá. Ella no desea que su niña se convierta en la "libertina, loca e indecente" que dice la gente y la familia. Mamá teme por nuestra imagen, pero la feminista ya se despojó, mediante un proceso de autoreflexión, de esa imagen de sí misma como mujer hogareña o sumisa. Y además, continua en la lucha por construir la sororidad con respecto a sus iguales, no más las enemigas. La feminista se dio cuenta ya, que no es ni será como la hija de las amigas de mamá, y que debe tratar de informarse y desmitificar su propia feminidad.

Mamá acecha a la hija, porque le ha dicho que debe estudiar mucho, accionar y no casarse de blanco. Mamá ha sufrido y ha llorado. Esa noche lloró y simuló no entender. Ni que decir, del día que le dijo que no iría a su iglesia, porque no va más con ella, o si va, será por acompañarla y estar con ella. No, no ha dejado de quererla. Solo ha escogido ser una mujer liberada y consciente. No hará las cosas como mamá hubiese querido.

El día de las madres, debería ser motivo para ver en mamá una compañera, si bien no política, es esa persona que, tal vez algún día entenderá por qué se asume esta lucha, y por qué su hija la pone triste. Hay amor, pero las ideas y las oportunidades han sido distintas.  Jamás rechazar a mamá por no decirte que te quiere por escoger vivir así, entenderla, una madre quiere una hija feliz, pero los conceptos de felicidad son distintos.

Tal vez mamá algún día entienda y apruebe la lucha, quizá no. Pero no dejará de ser mamá y no querrá una hija lejana. Quizá seremos pródigas de ella, pero asumir la lucha feminista, es por mamás que apoyen a otras hijas, mamás que ya no sean explotadas por trabajos mal pagados, ni maridos abusadores. Y quizá si un día, alguna de nosotras es madre, pensemos en mamá y entendamos, la mística de la maternidad y no acumulemos rencor, nuestrxs hijxs deben seguir nuestro cambio y con suerte, gozar los privilegios de nuestra lucha y alcanzar muchos más.