miércoles, 2 de noviembre de 2016

Aprender es violento.

Esa frase la oí de un desconocido y hasta hoy no dejaba de hacerme eco. Por lo que traté de ubicarla en todos los contextos posibles; recuerdo, que hablaba sobre las marchas de mujeres que han ocurrido en varios puntos de Latinoamérica estos últimos meses. Hoy, por ejemplo, las mujeres mexicanas salieron pintadas como la catrina para simbolizar la muerte y exponer al ojo público la ola de feminicidios, que en muchos países (y el nuestro incluido) se dan a plena luz del día. Es decir, un hombre hablaba de violencia contra la mujer y reconocía el impacto de tales marchas en el imaginario colectivo. Hasta ese momento, el asunto iba de lo más espectacular, me provocó eso que sentís cuando ves un hombre que empatiza -o al menos dice hacerlo- con las acciones feministas. Algo así como una leve esperanza hacia aquellos que por lo general se enojan cuando una mujer dice FE-MI-NIS-MO. Porque, todavía pervive el mito de que la feminista quiere castrar a diestra y siniestra. Unas malvadillas para tan núbiles criaturas.

Sacando la frase del contexto en que pretendía ser usada, y viéndola desde la intencionalidad o la pura morbo semántica, la frase resulta perversa, porque sugiere que los sujetos deben encontrar en la violencia una forma de hallar respuestas o conocimiento. Reconocer que la violencia es parte de nuestra animalidad y usarla como herramienta epistemológica, si se quiere. Repito, en realidad no sé si la frase inserta en dicha conversación ajena, fuera una forma inocente de decir que la violencia “nos hace humanos” o una invitación a pensar en que, como forma de entender al otro, recapacitáramos en las libertadades que tomamos cuando decidimos agredir, humillar, subestimar, violar, matar a otros y OTRAS.

Me saltaron a la cabeza, todas esas frases que la comunidad ha utilizado para juzgar cuando alguien ha resultado afectado: aprendemos por la mala, aprendemos a golpes, es que solo así entendemos, es que así nos gusta entender las cosas. Es decir, es necesario que nos pase de lo peor para entender cómo funciona el mundo. Todo esto aplicado a las mujeres, se traduciría a esas frases tan frívolas: es que sólo así dejabas de salir sola a la calle, es que sólo así dejas de vestirte provocadora, es que sólo así dejas de hablar sobre eso, es que sólo así podías dejar a ese hombre. Claro, en cuestiones de jueces, todo mundo pide turno para hacerla de balanza.

Tanto se ha discutido en materia de Educación que se necesita romper esos paradigmas de que la escuela es una jaula y el educador un ogro con mazo en mano. Tanto nos han naturalizado la idea de que la violencia es propia de lo que somos, es cierto, es cotidiana, está a la orden del día, en sitios donde no se espera, como la escuela o la casa, es que "la gente tiene conflictos" pero no decimos que el conflicto trae más conflicto, porque de círculos viciosos está compuesta la sociedad. Y las teorías educativas quieren mentes libres, sujetos capaces de convivir, de aprender pacíficamente, ahora, cuando la humanidad ha tocado el culmen de la violencia y el dolor. 


Por eso me niego a aceptar que el aprendizaje debe ser violento. Que las respuestas se hallan en la desgracia de otros, de sacrificar una parte de la población para satisfacción de unos pocos, para seguir madurando mentiras, para que los discursos sean repetidos como oraciones incuestionables. Me niego a justificar la violencia como parte de nuestra animalidad, porque es como decir, que es lo que somos y que hay vivir con ello ¿para qué hablar entonces de derechos humanos y civilización si somos animales? Como que no termina de cuadrar la idea. Esta época que vivimos es particularmente pública, porque nuestras vidas están disponibles en las redes y el internet, pero nos está costando muchísimo establecer comunicación, porque parece que en internet todo sucede y todo está para ser aprobado, pero resulta sorprendente que temas como la violencia contra la mujer y feminismo, causen irritabilidad en estos espacios. Nos falta entender que el asunto es de carácter humano, más allá de purezas ideológicas o fundamentalismos. La violencia contra la mujer no se justifica, no se le busca miradas acogedoras. Se llama a las cosas por su nombre, porque esa una forma de darle existencia a un determinado objeto o fenómeno y en el caso de las mujeres se llama feminicidio. Si aprender debe ser violento que se cierren las escuelas y que todos seamos francotiradores.