viernes, 14 de abril de 2017

ME CANSÉ DE SER LA SEGUNDA: SIEMPRE ESCOGÍAN AL HOMBRE



Me cansé de ser la segunda y un día me animé a escribirlo. Pero no la amante o la novia a escondidas, sino la segunda elección en las diferentes situaciones sociales: trabajo, estudio, literatura.

Cuando noté que parte de mi vida se basaba en ser elegida después de que la opción masculina era descartada tuve un profundo choque de emociones. Entre enojo, con quienes –quizá inocentemente- basaban su elección en el género y no en la capacidad, y tristeza, porque sabía que estas personas no caerían en cuenta jamás, que han absorbido perfectamente el sistema patriarcal, donde una mujer necesita referentes.

Y me pasaba seguido. Mi trabajo y mi talento debían ser pesados por una segunda y hasta tercera opinión, mayormente masculina, donde se me valoraba. La sospecha hacía mí, venían por mi género y sobre  todo por mi edad. Una  sospecha fundada en etiquetas, en generalidades y hasta clichés, porque en un país con mentalidad retrógrada, una mujer no puede saber o enseñar con la misma soltura o seguridad que un hombre de la misma edad. Y entendía que de niñas se nos enseña al ocultamiento, a la otredad, a asumir en silencio nuestro papel secundario. Y tenía que ser así, la eterna segunda opción.

Y un día me cansé, y aquí estoy escribiendo, sin ningún tipo de nostalgias o romanticismo, que es una verdadera mierda tener que estar probando constantemente que te mereces tus logros, no por bonita, ni por princesa, porque esas basuras mediáticas solo nos quieren con una sonrisa de «aquí no pasa nada» y «está perfecto que el hombre sea valorado antes que yo», que no necesite referentes para saber que él puede ser muy bueno en lo que hace. El tema de los referentes fue uno de los que me alertó que algo apestaba y no era solo invención mía. Varias ocasiones me vi en situaciones donde necesita que un hombre dijera que sí, que soy una buena opción y que además, valía la pena darme la oportunidad de demostrarlo. ¿La oportunidad? Sí, nos dan una oportunidad en un mundo donde tus genitales y tu edad son clave para saber de qué estás hecha. Las reglas generales no mienten: no se puede ser lúcida, joven y talentosa al mismo tiempo, eso, si hacemos de lado que también se nos evalúa físicamente: guapa y no muy guapa.

Cuando al hombre no se le evalúa con los mismos criterios y desde ya tiene la posibilidad de ser elegido, ya no sabés a qué atenerte. Entonces las mujeres tenemos que hacer malabares como diosas hindús ah, y claro, sin renegar; porque la que se enoja se ve fea. Lo notaba en el trabajo:  de las compañeras a quienes se les atribuía mal humor o demasiada disciplina, casi nunca o nunca se decía que eran buenas en su área, pero eran jóvenes y necesitaron hacerse una máscara de mal humor, porque entonces no se las tomarían en serio. De mí siempre decían que soy demasiado seria o que no permito que se acerquen mucho, que no me relaciono con facilidad. ¿Y si fuera lo contrario? Dirían de mí que soy una loquita que a cualquiera le habla.

El paternalismo y el constante «te explico el mundo desde mis ojos y mi sabiduría masculina» porque en serio, somos unas niñitas sin idea de qué trata el mundo, está en cada situación de la vida, es posible que hasta nuestras parejas tengan a flor de piel ese broder-buena onda-marxista-paternalista y no nos hayamos dado cuenta. Alerta, mujeres, que ya es bastante que a diario nos pongan en una balanza y sean los hombres los que tengan la última palabra.

De cuando me tocó ser escogida por una mujer y ésta valoró primero al «contrincante» masculino sí me bajoneaba. Me liquidaba los ánimos: El patriarcado nos había ganado en nuestra cara y se iba contento con el botín más grande: nuestra conciencia de género. Me cansé y decidí que escribiéndolo podía liberarme de ese pesar y vivir más alerta de la situación. Me toca trabajar el doble, como siempre, para «probar» que merezco mis logros y lo que peldaño a peldaño me ha tocado construir. Nos toca cuidar el paso, los gestos, porque hasta la vida privada es motivo de juzgamiento y crítica. ¿Qué me seguirán escogiendo después de los hombres o que a mis espaldas consultarán a otros hombres sobre mi talento? No lo sé, quizá sí, pero estoy decidida a darles una lección: soy más que vagina y 25 años.