martes, 10 de enero de 2017

A PROPÓSITO DEL NATALICIO DE SIMONE DE BEAUVOIR.



El 8 de enero de 1908 nació la que para muchas de nosotras significa un total ejemplo de valentía y transgresión. Simone de Beauvoir, fue hija de un matrimonio burgués, religioso por parte de la madre y con inclinación a la formación de académica por parte del padre. Iniciando desde esa esquemática distribución de roles en sus propios padres, Beauvoir creció, como sigue sucediendo en el caso de muchas de nosotras, con la figura de una madre cuya devoción religiosa cala gran parte de la vida, (y algunas de nosotras, con suerte, logramos salir de dicha abadía mental) Y la idea de que con una dote económica considerable y un marido medianamente decente completás tu vida, luego los hijos, una casa y lograste la plenitud. Beauvoir se dio cuenta que había que cuestionar ese orden especifico de pasos en la vida de las mujeres.

El nacimiento de Beauvoir me lleva a pensar lo necesario, no solo, de volver a sus múltiples obras, entre ellas el segundo sexo (1949) que sigue siendo un texto cumbre en muchos sentidos, para la avanzada feminista o a memorias de una joven formal (1958) o cualquiera de sus anecdóticas novelas, sino, a pensar desde nuestros contextos y posibilidades en qué estamos logrando a partir de lo que pensadoras como Beauvoir dilucidaron hace ya bastante. Hace unos días en El Salvador, fuimos testigos de una noticia que se viralizó en los Medios, sobre la captura y posterior “enjuiciamiento” de 4 acusados de remuneración de actos sexuales ilícitos con menores de edad, entre ellos un patán presentador de televisión (todos los salvadoreños sabemos que no es precisamente un programa que alimente de alguna manera el espíritu) noticia, que también deja entrever el nivel de gravedad de la trata y abuso sexual infantil en el país.

Pervive la impunidad, la ligereza con que se toman estos casos y no faltan los comentarios terriblemente misóginos que defienden la ¿integridad moral? de los criminales, los agresores, los perpetradores, que con el poder económico que da pagar por un servicio sexual no pasa nada sin son menores de edad, vírgenes o “experimentadas”. Los comentarios en toda clase de Medios rayan hasta lo lamentable. El vergonzoso nivel de machismo y misoginia arraigados en la psique salvadoreña. Claro, las putas son ellas, las niñas, que en palabras del usuario promedio de Facebook, “no tienen miedo de nada, y que sería bueno que las encarcelaran al menos un año para que ahí sí lo tengan antes meterse con hombres” siempre, siempre, la puta será la víctima.

y de este modo se va discutiendo superfluamente el tema en el seno de las familias salvadoreñas que cuenten con servicio de cable o internet. Lo que no se dice, es que a las mujeres no se nos educa desde niñas sobre sexualidad, maternidad precoz, métodos anticonceptivos, salud emocional, elección de pareja, familia, masturbación, etc. Se nos domestica con base a miedo, a un falso respeto: miedo a dios, miedo al padre, miedo al profesor, miedo a los novios. La idea del depredador sexual que habita nuestra mente se llega a fortalecer de tal manera que creemos que en efecto, el miedo a la figura varonil es la mejor forma de amor. Todo lo varonil es genuinamente malo y debés morir de miedo bajo tu cama. Si rompés ese cómodo hueco en la cabeza, te topás con toda suerte de desgracias: abuso sexual, violencia psicológica, patrimonial, embarazos no deseados, divulgación de contenido sexual explícito, abandono, estancamiento profesional, dependencia, revictimización, y todo esto, hasta las últimas consecuencias, pero es que claro, la puta, la que decidió salirse de ese cómodo sitio del que se le advirtió que no salieras, fuiste vos. Por consiguiente, si te violan, agreden o maltratan es cosa tuya.

A propósito de El segundo sexo (1949)


Tras 68 años de haberse publicado es útil hacerse estas preguntas, desde la lejana Francia existencialista hasta un pequeño país centroamericano: ¿qué nos puede ofrecer? ¿de qué manera las reflexiones de Simone de Beauvoir arrojan luces sobre los crímenes perpetrados contra las mujeres en El Salvador? ¿o sobre las condiciones de equidad por las que aún se siguen trabajando? Sin duda las relecturas y contextualizaciones son necesarias. Volver a los pasos de las pensadoras, pero también, enmarcarse en el mundo exterior. No olvidemos que el feminismo es mayormente útil cuando se logra hacer cotidiano. La vida de una activista se aleja de ser una vida glamorosa, de las vidas falsamente estupendas donde “no pasa nada. Es solo histeria momentánea” El activismo es un compromiso adquirido y ello implica seguir informándose y leyendo las realidades, acciones que fueron parte del compromiso político de Simone y que lograron empujar el proyecto de liberación que había concebido y nos ha legado.  Ella también se topó con toda clase de retrógradas que la pusieron bajo una lupa de sospecha. Señal de que el machismo traspasa épocas y culturas y sigue peleando por su espacio en las sociedades.

Son necesarios los coloquios sobre ésta obra que sirvió de ensamble entre una generación sufragista y una generación cuyas luchas alcanzan nuestros días, esta nueva generación de feministas que, con todos sus abanicos de posturas, avanza. Seguir siendo un segundo sexo en relación al protagónico masculino según la amnesia académica, es también una señal de estar alertas. Ya Beauvoir lo advirtió y lo han comprobado el transcurso de los años: Una insistencia en mantener a las mujeres atadas a la biológica tarea de la maternidad y dedicarse enteras a ello. Bien por las compañeras que han logrado equilibrar su faceta de madre y profesional, pero aún son miles de mujeres que tras el sueño de la casa de muñecas su vida corre ante sus ojos y en el peor de los casos, mueren sin haberse conocido a sí mismas, sin más que el concepto en relación a otros: cuidadora, madre, esposa.

A propósito del natalicio de Simone de Beauvoir.

Las feministas reafirmamos que hace falta mucho por hacer. Iniciemos el año con la mejor de las disposiciones, de cara a los desafíos de este 2017. 
                                                          
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Hemos venido a adorar.

Hemos venido a adorar el patrono del pueblo.
Hemos venido a ofrecer nuestras lágrimas perfumadas
Hemos venido a decir que nos aburren los vestidos de encaje
Hemos venido a decirle, nos dé permiso de asomarnos a la puerta del jardín.
Asomarnos apenas, a oler la flor de pólvora. Quizá no nos mate.
Hemos venido a decirle, nos dé permiso de bañarnos desnudas
Procuraremos no hacer ruido
No queremos que se despierte de su dulce sueño.

Hemos venido a cantar que la mujer es un hueso que resucita.
Inútil es roer su calcio. Mala es nuestra paciencia.

Hemos venido a contemplar la cabeza cortada del patrón de los permisos.
Procuraremos llorarle mucho.
Reír despacio.
Andar descalzas sobre su sangre.
Regar flores sobre sus orines.
Hemos venido a decirle al patrono,
Suya es la culpa por dejarnos asomar a la puerta del jardín.
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