lunes, 8 de octubre de 2018

Margaret Keane: las mujeres y la propiedad intelectual




La película “Big Eyes” (2014) sobre la artista estadounidense Margaret Keane, dirigida por el legendario Tim Burton, es una oda a la independencia femenina y a la justicia poética.

Debo confesar que los primeros minutos de la película tuve el ceño fruncido debido a que la película es de la casa productora de Harvey Weinstein, personaje señalado por el movimiento ME TOO de acoso y abuso sexual a actrices. No sé si es una paradoja que la vida de Margaret Keane haya sido llevada al cine y en el listado de gente involucrada esté tal personaje. Sin embargo, decidí seguir adelante con mi intención de verla y escribir un poco sobre ella.

A Margaret Keane le tocó vivir en los años cincuenta, que como bien reza un periodista que las hace de narrador, fue una época maravillosa si eras un hombre blanco heterosexual. Divorciada y con una hija, ya tenía ese estigma por estar en una sociedad que veía mal a las mujeres solas. Tratando de hacer una nueva vida, se muda a California donde conocerá a Walter Keane, un aspirante a pintor, del que más tarde se descubre que jamás en su vida había hecho un cuadro. Margaret se casó con Walter inicialmente para mantener la custodia de su única hija, Jane.

Al principio intentaron figurar como pareja de pintores y Walter iba a las galerías ofreciendo los trabajos de ambos. En un conocido bar de la ciudad comenzó a notar que las pinturas de Margaret intrigaban a la gente y empezó a venderlas. Aquellos niños abandonados de ojos enormes les causaban algo y querían saber más de ellos. Al ver que la curiosidad de la gente era tal, Walter comenzó a decir que las pinturas de los niños con ojos saltones eran suyas. Al inicio Margaret se molestó, pero Walter la manipuló diciéndole que él haría los negocios y ella pondría el talento. Así tuvo que renunciar a ese estilo que la distinguía más por miedo que por convencimiento.

Con el paso de los años, Margaret se quedó sin amigos ya que debía pasar pintando cuadros que su marido vendería en una galería que inauguró, animado por el éxito de las obras. Pronto se dio cuenta que el mundo del arte también podía ser un negocio rentable y empezó a vender reproducciones más baratas de las pinturas, cual si fueran suvenirs o pósteres de bandas de rock. Ella estaba asustada porque creía que el arte no debía derivar en algo tan superficial. Mientras todo esto sucedía, ella empezó a construir otro estilo para mostrar esas pinturas firmadas como MDH Keane, en un intento por mostrar que también pintaba, lo que le valió muy poco, ya que la gente seguía encontrando más encantadoras las pinturas de los ojos grandes y la labia de Walter.





El punto de quiebre llegó cuando en la inauguración de un importante edificio, Walter prometió llevar su obra maestra: una pintura gigantesca de niños con ojos saltones. La crítica la calificó de mal gusto y Walter recibió la burla mediática. A todo esto, ya pudimos notar su personalidad egocéntrica, narcisista y manipuladora. A diferencia de Margaret, tímida y callada. La redención llega cuando en 1965, Margaret se divorcia de Walter y expone en una entrevista que ella era la verdadera autora de las pinturas. Casi 10 años después se enfrentan en la corte, y ante la insistencia de Walter en ser el creador original, el jurado decidió que la mejor forma de resolverlo era que los dos pintaran frente a ellos. Obviamente Margaret salió victoriosa y pudo recuperar la propiedad intelectual de sus obras y recibió 4 millones de dólares por daños emocionales, y principalmente, pudo recuperar su vida y su autoestima.

En la película se puede apreciar el importante apoyo moral que recibe de su hija Jane, quien es la única que la acompaña y anima a luchar por la autoría de su obra. Tal como sucedió en la vida real. Como dije al principio, "Big Eyes" es una oda a la independencia femenina, puesto que Margaret logra encontrar su propia fuerza y atreverse a exponer públicamente al manipulador de su exmarido y la justicia poética viene de mano de la pintura: el talento de Margaret era tal que al jurado no le quedó duda de que los ojos enormes salían de su alma y su pincel. Una temática recurrente en sus obras, ya que ella decía que los ojos no pueden mentirte. Es su búsqueda de la verdad la que la lleva a emanciparse. En la actualidad, Margaret es una referente de arte hecho por mujeres que tras vivir bajo el anonimato han alcanzado el reconocimiento que merece. 

Esta historia nos recuerda que en el arte se ha ninguneado y omitido a muchas mujeres. Las que tuvieron la oportunidad (como ella) de luchar por la propiedad intelectual de sus obras han logrado hacerse un espacio, a empujones, entre las pilas de nombres masculinos. Las que no pudieron son las que ahora mismo desconocemos. El tema de la propiedad intelectual en nuestros días no ha cambiado mucho respecto a los tiempos que creadoras como Margaret vivieron, ya que aún se dan casos de obras escritas por mujeres que son usurpadas por otros, tomadas sin permiso o manipuladas a conveniencia de otras personas, no necesariamente por las parejas, pero sí el uso indebido de las obras, tanto como por desestimación y falta de profesionalismo. 
Por todo ello necesitamos divulgar más el nombre de todas esas mujeres cobijadas bajo el manto terrible del olvido o de la manipulación histórica, para reconstruir nuestra genealogía desmembrada y omitida. Para recordarles que las obras creadas por mujeres merecen reconocimiento y respeto y no ser minimizadas a la ligera, cosa que con un hombre difícilmente ocurrirá. 

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