La generación beat es conocida
principalmente por dos elementos sustanciales dentro del mundo literario
norteamericano y universal: su afición musical por el jazz (estableciendo por
tanto, una estilística poética-musical, a la manera del jazz: agitada,
ascendente y estremecedora) y por supuesto la figura concéntrica de Jack
Kerouac. En cuanto a la temática
recurrente, este movimiento se enlaza con la espiritualidad particularmente de
culturas orientales, el sexo, las drogas, el agobio de la metrópoli y los
avances tecnológicos de la época. Parecen temáticas justificadas, pero al
revalorizar la posición de la mujer en los años 50, inclusive en Norte América,
recordaremos que aún existe el recelo hacia las bocas femeninas hablando con
toda comodidad de estos temas. La mujer en la sociedad era (y sigue siendo) determinada por su fertilidad, la maternidad
y una educación negada que le permita formarse y mejorar su estatus social.
La revuelca poética de las chicas
beat consiste en agregar virtuosamente a este movimiento contracultural, la
perspectiva de la mujer que desde el infortunio económico escribe, la mayoría
de veces, para pagar la renta. Lenore Kandel es un caso
particular. Una mujer sumamente inteligente y dedicada a sus estudios
espirituales, apasionada y erótica. Es destacable la fortaleza de
los sus textos, pero son de difícil acceso debido la poca traducción. Carencia que me arrastra a pensar que en parte, se le
conoce poco, como al resto de sus colegas del movimiento, porque la crítica no
se ha interesado en estudiarlas simplemente por ser mujeres, fenómeno
común en todo movimiento literario donde el faro principal es un hombre.
Con la publicación de la
antología “beat attitude” en 2015 por la española Annalisa Marí Pegrum, se
coloca al movimiento en la lupa literaria. Se presta atención a las diez poetas
beat que el androcentrismo literario había relegado. Lenore fue conocida por ser irreverente y abierta a la poesía erótica. Su libro “The love book” un panfleto con poemas gráficos, fue censurado por
considerarse perturbador a la sanidad mental de la población. Sin embargo fue
un éxito en ventas. Su texto “God/ Love poem” describe con un equilibrio sutil
el encuentro físico-emocional entre un hombre y una mujer, dejando entrever a
una chica nada tímida, capaz del goce sexual y conectando emocionalmente con el
amante, haciendo de su experiencia sexual un acto de rebeldía femenina, donde
el sexo es parte de la cotidianeidad de la mujer y este no sirve solo para
producir vástagos. Digo rebeldía porque pasarán alrededor de veinticinco años para que
se apruebe el uso de anticonceptivos y el aborto en Estados Unidos. Hablamos de
un contexto moralista y conservador en el que Lenore no encajaba. Tampoco lo
buscaba.
Dentro de su estilística personal, podemos incluir otros elementos irreverentes como la blasfemia
sexo-lírica, la crudeza, los espacios urbanos y su podredumbre; en su lado
social demuestra una clara negación a la guerra y la violencia (recordemos que el
periodo se ve relacionado con la guerra de Vietnam, el posterior movimiento
hippie y la liberación sexual) sin perder de vista el temario usual de la
generación beat como la exaltación del jazz, los objetos tecnificados y las
drogas. En su poema “Blues para la hermana Sally” describe la juventud que usa alucinógenos, la complicidad en habitaciones cualquieras,
alejándose de una ciudad-momento a través del delirio por la inhalación o la
inyección entre amigos. La fuerte tendencia de distorsionar los sentidos para
la creación estética o el mero entretenimiento, vertiente “creativa” aún
polémica y debatida en los estudios del arte.
¿Qué hace apetecible y particular
el trabajo poético de Lenore Kandel? Uno es el posicionamiento del sexo desde
la necesidad y elección femenina (la mujer se concibe como un ser libre,
naturalmente libidinoso y en el pleno derecho de serlo) en cambio, en los poemas de sus colegas hombres sobresalen de inmediato el ímpetu varonil y el poder. Vemos como la música y la poesía beat masculina tienen en
común un acto sexual dirigido por el hombre, quien se percibe seguro y
dominante “Yo tengo el blues de San Francisco/ Tan blues como las puertas de la
gloria masculina” (coro treinta y seis del libro “San Francisco Blues” de Jack Kerouac) la
mujer es presentada como una musa hambrienta, secundaria, la que para
facilitar la creación del poeta solo debe desnudarse e intimar sin chistar. “La
música de su brassier, vibra/ sonidos ardientes dentro de su trasero
aterciopelado/ Los hips silenciosos estafan tontos/ Revoluciones de éxtasis
goteante” (poema “chica jazz” Bob Kauffman, miembro del generación).
Otro factor que atrae de Kandel, fue
su participación en el Human Be-in Festival, figurando como la única chica beat
en asistir con el movimiento, pero que se sabe no fue anunciada como una de las
poetas participantes para dicho evento. A pesar de ello, la difícil obtención de
sus textos inclusive en internet, presupone un olvido curioso hacia su figura.
Tras un accidente automovilístico su vida se torna sedentaria y limitada, otro
punto para olvidarla intencionalmente.
¿Es que las mujeres que caminamos
la vereda poética, estamos condenadas a ser las chicas desconocidas en la
fotografía grupal de un generación hambrienta de oportunidades como
ha ocurrido siempre? Este fenómeno no es exclusivo de las grandes escuelas
extranjeras, en El Salvador para el caso, las chicas olvidadas de la generación
comprometida son la prueba.
La literatura no deja de ser un
espacio para la liberación femenina, como un proceso multidimensional, sugiere tomar conciencia de las precariedades y libertades coartadas así como el
descubrimiento de más huecos en la balanza social. No es la falta de talento o
fuerza poética en los versos, ni la falta de atención a las coyunturas, la
mayoría de los casos se sigue antologando por y para hombres y si viene de mano
de una mujer, es una falta de identificación con el género. Siempre ha existido
un verso femenino en las propuestas literarias, lo que pasa es que casi nadie
se atreve a reconocerlo.
La masculinización de la literatura
y la historia, que sí ha sido escrita por hombres pero no solo hecha por ellos,
pone en relieve la invisibilización de mujeres que como Kandel han sido
transgresoras de su tiempo, pero a pesar de su claro talento, no son tomadas en
cuenta o siquiera tratadas como verdaderas exponentes literarias. Para ello, pongo
de ejemplo la antología poética que utilicé para este ensayo, la única chica
beat enlistada para mi suerte, es Lenore Kandel, el resto de sus compañeras
son tremendamente desconocidas a excepción de Joyce Johnson por ser
la eterna novia de Kerouac, criterio absurdo tomando en cuenta que no se le
juzga por su obra poética, si no que penosamente se le recuerda como “la novia”
y no como “la colega o camarada poética”, que no es otra cosa que la injusta
opacidad que se hace a las escritoras cuando se vive bajo la sombra del
poeta-pareja y surgen comparaciones entre ellos, y claro ser la novia de la
figura central del movimiento lo hace más complicado.
Esfuerzos como el de la española
Annalisa Marí Pegrum, autora de la antología femenina “beat attitude” es un
aporte no solo para las mismas mujeres beat olvidadas e incluso desconocidas en
su país, sino para la literatura femenina universal, que a fuerza de sistemas
patriarcales y ataduras religiosas han silenciado voces femeninas que desde su
retina siempreviva han opinado como lucíferas (portadoras de luz) para cada
generación. Cada poeta que escribe con la intencionalidad de llegar a otra
mujer y decirle “me ocurrió a mí también, yo también sufrí ¿y sabés? viví” es
simplemente una auténtica hermandad, sin ningún tipo de frontera. Nunca se sabe
a quién le servirán tus propias batallas.
La literatura es un espacio
ampliamente masculinizado porque los hombres han tenido ese privilegio, de
figurar como exponente y triunfar, lucíferas siempre hubo pero la estufa fue
obligada, el manicomio, el marido o la misma familia diciéndoles que eso era
indecente. Bajo la luz de los estudios de género, es posible darles una mirada
más generosa a los textos de muchas mujeres que siempre han extendido sus alas
sin pedir permiso, almas enérgicas fuera de su tiempo. Con ello no digo que los
hombres no deben leerlas, es lo contrario: con mayor razón deben leerlas.
Tampoco es una literatura exclusiva para y entre mujeres, se trata de quitarle
el antifaz androcéntrico a la literatura y disfrutarla como una madre que tiene la semilla del verso.
Lenore Kandel es solo una de esas
lucíferas, que aunque su tiempo fue inclemente con ella y sus colegas ¡y al
final con cada mujer que rodeó el medio sin lograr siquiera ser nombrada! Logró
escribir su nombre en la memoria, si bien no como sus colegas varones, hizo
versos tan inmortales para otras mujeres, que aseguro que el tiempo no les
restará su preciosa honestidad y poder, dos características que toda poeta
actual debería tomar en cuenta.
Interesante. Me gustó mucho este artículo.
ResponderBorrarInfinitas gracias, Óscar. Un cálido abrazo.
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