"Se trata de una alianza entre mujeres, propicia la confianza, el reconocimiento recíproco de la autoridad y el apoyo. Según Marcela Lagarde.
La Sororidad es entonces una práctica política y ética dentro del feminismo.
Todas tenemos una historia con
alguna mujer (o varias mujeres) donde nos hemos enemistado, las hemos visto
como rivales, y consciente o inconsciente hemos querido que le suceda algo
malo, desde algo “inocente” como que termine con el novio o que se quede sin
trabajo. Da vergüenza decirlo, pero hay que aceptarlo. Esos son solo ejemplos
comunes, porque también hemos conocido casos, donde las “rivales” en cuestión
terminaron golpeándose en público. Triste. Y lo hemos visto con la naturalidad
mórbida del caso: mujeres “envidiosas”. Casi nunca nos hemos puesto a pensar,
que esas chicas pudieron ser amigas, si el sistema no las hubiese educado para
hacer “competencias” imaginarias en cuanto a belleza, novios y otras categorías
inventadas para la discordia.
El camino a la sororidad no se da
de la noche a la mañana. Esa sospecha con que vemos a otra mujer que sentimos que
nos “amenaza” nos hace tomar una actitud defensiva para con ella. Pocas veces
nos atrevemos a querer saber sobre ella. Preferimos juzgar por adelantado e
incluso hemos sido tan machistas que nos molesta su sola presencia, porque a
nuestro parecer ella “no es la gran cosa”. Esto no es sano ni lo será. Esa
competencia por el simple hecho de coincidir en género nos lleva a tener
actitudes machistas e incluso, celebrarlas. Las celebramos cuando nos reímos de
una mujer sin saber el porqué de su desgracia. Si está llorando en público,
asumimos deliberadamente que llora por un hombre, sin saber qué le pasa, si no
es lo suficientemente femenina, especulamos su orientación sexual, si está
tomando y repentinamente comienza a ser alegre, la tildamos de fácil o loca. O
si alguien hace un comentario de su estilo de vida, tomamos ese comentario como
palabra de dios, dándole las peores etiquetas, y la mayor parte del tiempo ¡ni
sabemos quién es ella!
Un punto de desencuentro son los
hombres. A todas nos ha pasado que por algún novio, ex novio, ligue, ex ligue,
amante, marinovio, lo que sea, nos hemos declarado enemigas a muerte con “esa” mujer.
Y al susodicho pocas veces los hemos confrontado con la seriedad el caso, se
nos olvida que, para que exista una infidelidad debe haber un acuerdo entre los
dos. Pero nos hemos enfocado en que “esa” mujer nos ha “arruinado” la relación,
cuando quizá esta desde hace ratos venía mal. Nadie cambia ni deja de querer de
la noche a la mañana. Falta reexaminar nuestras relaciones y dejar de creer que
todo es culpa de la persona que como dice Beauvoir es “la invitada”.
La anti sororidad se da incluso,
en compañeras feministas. Y con esto, quiero ser clara en reconocer que dentro
del mismo movimiento feminista, hay compañeras machistas, totalitarias y anti sororarias.
Se requiere de objetividad para ver los sesgos en los movimientos e ideologías que
apoyamos. De lo contrario, caemos en fanatismos que estacan el crecimiento personal
y el movimiento mismo. Viendo estas anormalidades, es que podemos empezar a
reparar y avanzar.
Para quien crea, que no sé de lo que hablo, porque “no lo he
vivido” traigo a colación, una experiencia con un amigo, cuya novia feminista
le prohibió mi amistad, porque el sujeto le hablaba mucho de mí. Y con ella
apenas habíamos hablado, pocas veces habíamos coincidido en algunos lugares
debido a amistades en común, pero nunca hubo motivos para desagradarnos. Es
más, yo la admiro por ser madre soltera y con un bagaje feminista tremendo, pero
desde su sospecha hacía mí, decidí tomar un alejamiento prudente con mi amigo,
con quien no había nada y en ningún momento hubo por su parte, insinuaciones de
ningún tipo. A pesar de ello no dejé de sentirme mal, puesto que era una
amistad perdida a causa de los celos. Luego supe que su sospecha hacia mí, no
era la única, en general, la compañera le había prohibido al muchacho otras
amistades femeninas. Caí en cuenta, que su sororidad estaba fallando. Eso, y su
autoestima. Y cuando digo esto, no lo hago con ánimos de ofender. En ningún
momento le he faltado respeto a la compañera. Me entristeció tener que alejarme
de un buen amigo, por una rivalidad imaginaria, producto de celos, amor
romántico, e inseguridades. De las últimas cosas que hablé con el amigo, me
marcó una frase en particular: “¿Y sabés que es lo interesante? Que ustedes en
algún momento se van a tener que encontrar por el feminismo” le respondí, “es
posible”. Los caminos de una lucha común pueden llevar a encontrarnos. Y si
sucede, quisiera que nos enfocáramos en lo que nos une: una lucha, un género,
un deseo de ser mujeres distintas.
Es difícil de verdad, caminar
hacia la sororidad, en un sistema y un contexto donde se nos educa para
competir con nuestras iguales, y tomar frases como “maldita la mujer que en
otra mujer confía” como algo digno de ir repitiendo. Es un proceso de ir
rompiendo preconcepciones, y tomar valor de acercarnos a otras mujeres. De ya no ir
rechazándonos porque “nos vemos más bonitas” o “tengo más dinero que ella” esa
continua situación de ponernos en una balanza, cada que conocemos a una. Es
suficiente con la balanza que hacen los hombres con nosotras, como para seguir
reproduciéndola. Quizá está de más decir, que es esencialmente a las mujeres a
las que nos interesa involucrar en la cuestión de género. Sin embargo, no se
trata de obligar ni ser totalitarias. Un cambio así requiere de voluntad y
decisión personal. Con ello no quiero decir tampoco, que es un interés
exclusivo en las mujeres. Está claro que al feminismo le interesa involucrar también
a los hombres, en este caso, las masculinidades están presentes en cómo se
relacionan los hombres. No todos encajan en el patrón cultural, y esto les
genera una presión social particular. Los géneros tienen procesos específicos,
que enhorabuena servirán para un avance social distinto.
Mi experiencia con la sororidad
es ésta: Toda mi educación básica fue en una escuela de niñas, y vi como las
mismas maestras incluso, promueven la competencia, maestras machistas que no se
dan cuenta de las inseguridades que provocan en otras niñas, cuando éstas no
son como ellas dicen o quieren. Y en general la experiencia de toda joven, que
por diferentes situaciones, le toca estar en círculos mayoritariamente
masculinos, e interactuar fácilmente con ellos, por encontrar ciertos temas
comunes, y crear círculos de confianza. Y es esa predilección, por la confianza
que ofrecen ciertos hombres, que las mujeres creemos que los hombres son
mejores amigos que las mujeres. No es verdad. Son casos muy peculiares puesto
que así como hay hombres, quienes te brindan una confianza y un acompañamiento
genial, hay hombres machistas que ven con desconfianza y hasta envidia, a una
mujer que se desenvuelve bien en un medio que compartan. Hay hombres que no
soportan que una mujer sea lo bastante buena en algo, e inclusive le supere.
La ausencia de mujeres en
círculos masculinizados, nos lanza a rodearnos de hombres la mayor parte del
tiempo, pero puedo decir que son valiosas, las alianzas que se logran hacer con
las mujeres que se van integrando al círculo. Siempre hay temores, de no saber
cómo acercarnos o llegar a ser amigas, de ahí el camino a ser sororarias. De a
poco. Mientras tanto, te vas identificando con tu género. Te das cuenta que no
podés juzgar a una chica solo por cómo luce, por su estilo de vida, o con
cuántos hombres se acuesta. Vas recuperando la confianza en otras mujeres.
Cuesta. Claro que cuesta. Hablamos de cambiar el chip por otro más
sensibilizado. Te das cuenta que falta mucho por aprender y que apenas, te has
aproximado al camino.